LA TIERRA DE CUCAÑA
¿Recuerdan el juego de la cucaña?. Yo sí; lo he visto muchas veces en las fiestas populares en mis años de juventud: gana el premio quien consigue encararmarse a la punta de un poste de tres o cuatro metros de altura,bien impregnado de sebo, sin ninguna protuberancia o adminículo al que poder asirse, de forma que la mayoría de los concursantes resbalan,caen, a tierra cuando parece que el trofeo, bien atado a la cumbre, está al alcance de la mano. El premio era un buen pollo o un gallo( imagino que hoy la recompensa será otra, una playstation por ejemplo, ya que no creo que nadie se arriesgue a embadurnarse, y a la mofa de la parroquia, por un ave producida en factorias masivas).
Parece que el nombre proviene del italiano cocagna, un lugar utópico en el que la comida era abundante, gratis y no era necesario trabajar; es más, estaba prohibido. Formas de sublimar las hambrunas que eran moneda corriente en la Edad Media europea. Dicen que Colón cuando llegó a América exclamó que había llegado a una tierra como Cocagna. El pintor Brueghel, la inmortalizó en el siglo XVI en uno de sus cuadros: La tierra de Cockaigne.
Si los trabajos actuales, las empresas en las que vivimos gran parte de nuestra vida, fueran tan detestables,aunque no llegaran a la hambruna que generó la utopia de la cucaña, con toda seguridad estaríamos fabricando un número de fantasias sin fin. Miguel Pina e Cuhna, profesor de la Universidad de Lisboa ha escrito un ensayo titulado “Soñar con Cockaigne, fantasias individuales del trabajo perfecto” en el que relata el resultado de sus investigaciones acerca del perfecto lugar de trabajo, o la empresa más admirada, que así se llama una clasificación que se publica todos los años en la prensa económica española.El profesor Pina interpreta en clave empresarial y de trabajo los dos principios que, según Freud, orientan gran parte de nuestro comportamiento. Si prevaleciera el supuesto del principio de placer, la gente imaginaría empresas en las que el trabajo difiriera significativamente respecto de la situación actual a poco que tuviera la oportunidad de expresarse.En otras palabras, inventaría su propia Cockaigne organizativa.
Ver el resto de este artículo en mi otro blog www.liderazgoyestrategia.blogspot.com
¿Recuerdan el juego de la cucaña?. Yo sí; lo he visto muchas veces en las fiestas populares en mis años de juventud: gana el premio quien consigue encararmarse a la punta de un poste de tres o cuatro metros de altura,bien impregnado de sebo, sin ninguna protuberancia o adminículo al que poder asirse, de forma que la mayoría de los concursantes resbalan,caen, a tierra cuando parece que el trofeo, bien atado a la cumbre, está al alcance de la mano. El premio era un buen pollo o un gallo( imagino que hoy la recompensa será otra, una playstation por ejemplo, ya que no creo que nadie se arriesgue a embadurnarse, y a la mofa de la parroquia, por un ave producida en factorias masivas).
Parece que el nombre proviene del italiano cocagna, un lugar utópico en el que la comida era abundante, gratis y no era necesario trabajar; es más, estaba prohibido. Formas de sublimar las hambrunas que eran moneda corriente en la Edad Media europea. Dicen que Colón cuando llegó a América exclamó que había llegado a una tierra como Cocagna. El pintor Brueghel, la inmortalizó en el siglo XVI en uno de sus cuadros: La tierra de Cockaigne.
Si los trabajos actuales, las empresas en las que vivimos gran parte de nuestra vida, fueran tan detestables,aunque no llegaran a la hambruna que generó la utopia de la cucaña, con toda seguridad estaríamos fabricando un número de fantasias sin fin. Miguel Pina e Cuhna, profesor de la Universidad de Lisboa ha escrito un ensayo titulado “Soñar con Cockaigne, fantasias individuales del trabajo perfecto” en el que relata el resultado de sus investigaciones acerca del perfecto lugar de trabajo, o la empresa más admirada, que así se llama una clasificación que se publica todos los años en la prensa económica española.El profesor Pina interpreta en clave empresarial y de trabajo los dos principios que, según Freud, orientan gran parte de nuestro comportamiento. Si prevaleciera el supuesto del principio de placer, la gente imaginaría empresas en las que el trabajo difiriera significativamente respecto de la situación actual a poco que tuviera la oportunidad de expresarse.En otras palabras, inventaría su propia Cockaigne organizativa.
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